jueves, 22 de julio de 2010

Mi Chica Ideal

Si me preguntasen cómo sería la chica perfecta o la que mejor encajaría conmigo, no sabría qué responder. Soy muy honesto y claro al decir que soy un tipo algo especial, más bien difícil, casi extraordinario (en el mal sentido de la palabra). Me aburro muy rápido de la gente que me rodea, no soy muy afectivo. No sé ser un buen compañero, un buen amigo, un buen enamorado, un buen amante, y no me esfuerzo en serlo o demostrarlo. Detesto los matrimonios pero amo enamorarme. Detesto los matrimonios pero amo las uniones de hecho. Prefiero las uniones de hecho, pero no la que mantiene mi padre. Detesto los matrimonios y también disfruto al ver cómo se quiebran. Detesto los matrimonios pero hubiera preferido que mi madre se case. Detesto los matrimonios pero presiento que algún día terminaré casándome. Amo enamorarme, aunque a veces el enamorarme me ocasione severas y fúnebres decepciones. Amo enamorarme pero no que se enamoren de mí, ya que sé que al fin y al cabo ese amor no será correspondido del todo porque aun no he podido amar en serio y no creo que lo haga en un futuro cercano, ya que tristemente el amar para mí consiste tan solo en querer a alguien por unos cuantos meses.
Sin embargo si me preguntasen cómo sería la chica ideal para mí, allí sí sabría qué responder (o tendría al menos qué responder). Ya que la figura de la chica ideal posee o habilita ciertas licencias tan surrealistas como fantasiosas que nos permiten escapar un poco de la realidad, que nos facultan para burlar o boicotear las militantes leyes de lo que nos es o se presenta como real. Nos dan las prerrogativas necesarias e ilimitadas como para escabullirse entre los sueños más fervientes y a partir de estos, poder moldear o crear el prototipo de mujer que más te gustaría poseer o tener al alcance. La figura de la chica ideal es mucho más subjetiva, mucho más libertaria, es más flexible y se compara mejor con la moral que es (para mí), personal y divergente de lo que piensen los demás. En cambio la figura de la chica perfecta es un poco más militante y arbitraria, te limita a confrontar tu triste realidad (tus deprimentes reales-posibilidades de saber quién es mucho más factible de estar con alguien como tú), con los factores externos que te rodean, como son tu familia, amigos, vecinos y demás obstáculos y barreras del bello y vago ilusionismo (propio del idealismo imperante en la figura de la chica ideal).
No soy como los demás muchachos que en lo único que se fijan es en el culo o senos o exuberancias calenturientas de las chicas. Para mí, lo primordial, aunque suene algo estúpido, algo tonto y deprimente, radica en dos cosas (físicamente hablando): En el rostro y en el cabello de la chica.
Es evidente que lo primero que le ves a una chica es la cara, y eso es lo que prima (en mi caso) al momento de examinar a la chica que me interesa. Un buen rostro vale más que un muy bien formado trasero, aunque al momento de estar en la alcoba, esta preferencia resulta un poco inexacta. A lo otro que me refiero acerca de mis gustos en una chica, es el cabello. Puede sonar demasiado estúpido, sin sentido, innecesario y absurdo pero, en mi caso, me encantan las chicas que poseen un cabellera larga, lacia, oscura y bien cuidada. Las chicas que tienen el cabello largo, de color negro (bien negro acompañado de un generoso brillo), y lacio, simplemente me vuelven loco. No sé si se trate de un estrambótico fetiche, pero ciertas chicas con ciertos requisitos físicos me pueden llevar a la locura perpetua. Me gustan mucho las chicas que se preocupen por mantener bien cuidado su cabello.
Evidentemente existen otros factores físicos que intento buscar en una chica, como que sea delgada, no muy alta, no muy bronceada y en el mejor de los casos que tenga tatuajes por todo el cuerpo y unas cuantas perforaciones no tan notorias.
Ahora bien, hablando de mi chica ideal en el aspecto referido a su forma de ser y de su personalidad. Soy aun más ajeno al común del resto.
Se sabe que soy una persona algo mediocre, que vivo creyendo que algún día podré ser diferente y que podré ser feliz siendo como todos los rock stars a los que idolatro estúpidamente. Intenté mantenerme en una banda de Punk-Rock que integré con unos cuantos amigos que conocí y que ahora no veo muy seguido, pero desafortunadamente ello no funcionó, integré unas cuantas otras bandas más, todas ellas sin ningún resultado satisfactorio, evidentemente. Es justo que se sepa que la música (en especial aquella que se deriva del Rock) me apasiona, me vuelve loco y que me emociono y cierro fuertemente los ojos todas las noches al estar con las luces apagadas en mi habitación, camuflado bajo mis sabanas mal olientes, a horas en las que todos duermen, todos menos yo, ya que estoy dopado, sedado, como drogado bajo los encantos inverosímiles de la música chillona que proviene de mis sacrosantos auriculares que tanto bien me hacen. Y es que siempre soñaré con tener una verdadera banda de rock y que gravaré reconocidos sencillos y que seré famoso y que luego mandaré todo al carajo, abandonaré esa vida despreocupada e inestable para más tarde, cuando sea viejo, tener qué contarles a mis hijos y nietos (si llego a tenerlos). Eso demuestra claramente lo mediocre que soy. Sueño con ser alguien que nunca seré y sueño cosas que al fin y al cabo resultan muy improbables (quizá por ello es que prefiera la figura de la chica ideal en vez de la figura de la chica perfecta). Y es justamente allí, donde radica mi gusto hacia ciertas chicas excepcionales. Mi prototipo de chica ideal. Me encantan las chicas que conforman bandas de rock, que visten sin mucho ánimo, y que se mueven a su modo o en contra de la corriente. Sería perfecto estar con una chica que integre una banda, una chica que se mueva dentro de las estériles corrientes del rock subterráneo, una chica sin escrúpulos, una sinvergüenza a quien no le importe nada ni nadie, una chica que no se preocupe de donde le agarrará la noche ni donde terminará parando. Estando con una chica así, quizá pueda suplir mi anhelo de ser cómo siempre quise y nunca podré ser, un maldito y pobre rock star lorcho. Podría ver en ella ese gusto que nunca pude darme del todo y me sentiría feliz, agradecido enormemente de ser parte (de algún modo) de su vida, de su mierda, de su sinvergüencería, de su rebeldía. Ver en ella ese deseo de vivir de la música, esa certeza de no estar seguro de nada, ese anhelo por vivir sin preocupaciones ni reglas, me llenaría de regocijo y satisfacción.
Es una noche extraña (como todas mis noches). He tenido una reparadora siesta en la tarde, me he despertado (ya por la noche) de muy buen humor. He despertado con ganas de ser lo más loco posible, tengo ganas de saltar, de bailar, de cantar, de fingir ser un guitar heroe, tengo ganas de tocar batería; me rio de las cosas que pasan en la televisión local (en realidad todo lo que pasa en la televisión local es siempre deprimentemente chistoso). Sin embargo ese regodeo es pasajero y llega a su fin fugazmente, en la noche (más tarde), he tornado a sentirme deprimido sin razón alguna. De estar tan feliz ahora me muestro sin vida, no tengo sueño, eso me pone de mal humor, reboto en mi cama, cambio de posición y no logro entrar en trance (lo que equivale a quedar profundamente dormido), miro al techo, a mis paredes empapeladas de posters, a mis libros, a mis viejos y piratas discos, no puedo dormir. No sé por qué estoy así de abatido, no ha pasado nada que haya conspirado para sentirme tan mal. Empero, ello no me sorprende, en las noches permuto de ánimo con mucha frecuencia; mis auriculares están conectados a mis oídos, escucho el EP de un grupo que se llama Metadona, no logro dormir (siempre utilizo la música de mi reproductor portátil para quedarme dormido). Es cuando me invade cierto deseo por escribir. Me imagino a Sandra (vocalista, genial de ese grupo), y veo en ella a mi chica ideal. No digo que me guste físicamente Sandra (muy agraciada no es), pero es, simplemente sensacional. Su voz ambigua hace que deseos locos se crucen por mi mente, esa voz que llegué a confundir pensado que le pertenecía a un chico cuando la escuché por primera vez hace ya unos años atrás, me embriaga de demencia. Escucho sus canciones en Metadona, escucho sus canciones en Atómica, cierro los ojos fuertemente, los aprieto y la veo (o me imagino verla), cantando para mí, bailando para mí, siendo parte de mí. Me digo que una chica como ella sería la ideal para mí (no físicamente), no hay chica perfecta para mí porque nadie es perfecto y menos yo que soy algo imperfecto o inhumano, mejor dicho.
Coreo sus canciones susurrando para que nadie me oiga, siempre con los ojos cerrados, me muevo con tal frenesí en mi cama, que rechina por la fricción, mi depresión lentamente comienza a desvanecerse, se extingue gradualmente al escuchar y ver (en mi mente, al menos), a cierta chica excepcional ligada al pobre y satisfactorio rock nacional. He vuelto a sentirme cojonudamente bien, mis ganas de bailar, de cantar, de saltar se regeneran positivamente. Me pongo de pie, son las tres de la madrugada, todo está muy callado, bailo y salto en medio de mi habitación, en medio de mi soledad y en medio de la oscuridad profunda de la noche. No me siento solo ya que las canciones de Sandra me acompañan, ya que ella acompaña mis deseos, ya que la música me acompaña, ya que mis deseos y anhelos me acompañan y me dan fuerza. Me muevo como un loco al ritmo de la música, me veo en el espejo, no se puede ver mucho, está muy oscuro, solo veo reflejada mi sonrisa verídica y desequilibrada, me rio sin razón. Siempre con las luces apagadas, me agacho y saco una botella de vodka que he tenido a buen recaudo, escondida tontamente por allí, me sirvo un par de copas, es fuerte ese trago, sabe a pegamento y me quema la garganta. Siento que amo a esa chica, que amo a Sandra, siento que la amo por ser como es, por la música que hace, por cómo canta. Siento que una Sandra en mi vida me haría mucho bien, prendo mi ordenador portátil, escribo mi inútil contraseña, me sirvo un trago más de vodka, lo tomo de una y comienzo a escribir. Al terminar, casi a las cuatro de la madrugada, pienso: Estoy esperando por una Sandra así, en mi vida.

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