viernes, 23 de julio de 2010

El Alcohol

Y qué más puedo hacer cuando regreso a casa muy tarde, o muy temprano por la mañana, luego de una casi interminable y sí muy acogedora y carnavalesca juerga en donde el alcohol ha tomado el protagonismo preponderante de la tarde o de la prolongada noche llena de energúmenos bailando danzas nunca antes vistas e indignas de la Lima decente y moralista a la que debemos rendir tributo y respetar nosotros los peruanitos come-caca; pues no me queda más que escribir. Y sí al escribir revivo todo lo mal que he vivido con esos energúmenos sedientos como yo, de alcohol barato y embriagador a la mala que no me llena sino de mala leche, de esa venganza por describir lo mala persona que soy, lo muy psicópata que puedo llegar a ser y lo muy jodidamente romántico que mi corazón así cree conveniente, ya que mi organismo no es uno solo y es más bien un conjunto de partes (robadas) autónomas y rebeldes que gradualmente me conducen hacia la muerte que sé que no me es esquiva por mi condición de realista y al mismo tiempo pesimista.
Y sí, vengo escuchando mi música, la música que me hace eternamente feliz, la música que hace que mi vida al menos luzca feliz; pero esa felicidad se muestra hinchada y dilatada, ya que estoy borracho y al estar alcoholizado lo único que quiero es escribir y expresar mis verdaderos sentimientos, los cuales no sé si resulten nocivos para la sociedad que me rodea o perjudiciales para mí mismo (que vendría a ser lo mismo). Aunque me duelan los pies por usar toda la noche esos zapatos de tacón de abogadito mediocre, y aunque me haya tenido que bancar el hecho de haber estado en esa reunión llena de chiquillos desconocidos, vestido de vendedor de libros ambulante, y aunque no haya puesto ni un céntimo para comprar el alcohol que se lo terminaron por tomar los demás hijos de puta que estaban en la fiesta, y aunque no haya podido tirarme a nadie, la sola existencia del alcohol barato y artesanal en mi interior, en mis vísceras, en mis venas, eso, hace que mi vida sea mucho más feliz o esperanzadora, eso me dice que aunque esté seguro que no voy a llegar a viejo, que no llegaré a ser feliz por completo, que no viviré lo suficiente para publicar mi novela; lo que vengo haciendo ahora, de joven, hace que mis días sean mucho más placenteros y que al mismo tiempo valgan (al menos) la pena.
¿Qué sería de mi vida sin el alcohol? Probablemente en este momento sería un nerd adicto a las computadoras y a los video juegos, probablemente no hubiera terminado de desembarazarme de mi familia, de los rudos y crueles brazos de mis miedos. Probablemente seguiría sintiendo vergüenza de mi sola existencia, probablemente me hubiera vuelto un ‘paja-brava’, probablemente no hubiera aprendido a bailar (o intentado aprender ya que me quedé en el intento), probablemente no hubiera conocido a tanta gente (entre buena, mala y muy mala), probablemente no estuviera escribiendo esto, probablemente estaría muerto en este momento. Y la verdad es que tengo sueño, he regresado de una ‘pichanga’ (que no es más que una guerra selvática en la que se busca saber quién es el que más resiste chupar). Tengo hambre, hambre de más acción, hambre de mujeres, hambre de más vida en mi pobre vida, hambre de más música reventándome los oídos, hambre de más locura, de más chela, hambre de más luces apuntándome en los ojos y cegándome temporalmente, hambre de mis ídolos y héroes de la música, hambre de una mujer que se sepa ser mi aliada y me acompañe y me sepa aguantar o sepa resigne a ser mi chica, sin que le importe lo mala persona que soy y lo muy mal amante que puedo llegar a ser.
Quizá el alcohol tenga realmente ese poder de revivir en mí esos deseos que no me atrevo a revelar cuando estoy sobrio, ese deseo de dejar de sentir vergüenza de mí, ese deseo de ser lo más sinvergüenza posible, ese deseo de ser un loco adicto a las aventuras, ese deseo de abandonar el hogar de mis viejos y mandarme mudar a vivir mi destino, a dejarme llevar al carajo. Ese deseo de convivir con alguien (aunque no lo crean), quizá ese deseo de tener mis hijos, ese deseo de dejar de ser un cobarde, el deseo de dejar de sentir miedo, ese deseo de ser menos autodestructivo, ese deseo de tener que dejar de estudiar algo que no me termina de convencer (por no decir que no me gusta), ese deseo de buscar el modo de regresar con mi chica, ese deseo de dejar de pensar en mi chica y conocer una nueva, una nueva que me sepa aguantar. Ese deseo de tatuarme el cuerpo, ese deseo de fumar drogas sin que me terminen atrapando (o sin que me terminen por gustar demasiado), ese deseo de ganar dinero sin tener que trabajar, ese deseo de ganar dinero escribiendo, ese deseo que tengo de tener algún día mi espacio en la televisión y llenarlo con buena música para que el Perú no tenga que ser un país tercemundista, ignorante de la buena música. Ese deseo de conocer Londres y disfrutar de un concierto de los Sex Pistols, ese deseo de hacerle una ‘rusa’ a una buena tetona, ese deseo de hacerle una ‘rusa’ a una verdadera rusa en Rusia. Ese deseo de pasearme por las calles llenas de ratas de Lima en mi BMW, ese deseo de no tener que preocuparme por el dinero, ese deseo de que mi cuerpo no me duela todos los días y por el cual soy un viejo atrapado en un cuerpo de un niño que no llegó a desarrollarse. El deseo de dejarme crecer la barba tan grande como para hacerme una trenza con ella, ese deseo de que mi novela algún día se publiqué, ese deseo de que mis amigos se acuerden de una vez por todas de mi cumpleaños y no me dejen llorando como todos los años. Ese deseo que no me permita ser como soy, el deseo de no tener que llorar y sufrir, el deseo de que el alcohol no se termine nunca y me permita seguir escribiendo como lo vengo haciendo ahora y aunque suene enfermizo e impresentable, es mi realidad y no sé si la entiendan. El deseo de ir a España y sacarme fotos con mi ídolo del futbol, Messi. El deseo de que nunca termine de sentirme orgulloso de la música que escucho y que muchos me critican, el deseo de dejar de ser muy exigente, el deseo de conseguirme a una chica que me sepa querer (creo que esto ya lo dije, pero es la urgencia que tengo lo que me hace repetir este anhelo), el deseo de que abandone el Perú, el deseo de ir a todos los conciertos de los muchos grupos que me apasionan y que me alimentan día con día. El deseo de que termine por afrontar mis males y perjuicios. El deseo que me permita llegar a ser un ser independiente, no un parásito. El deseo que me permita estudiar música, fotografía y literatura. El deseo de que de una vez por todas terminen de comprarme tortas de crema en mis cumpleaños (que casi nadie come ya que nadie se acuerda de mi cumpleaños), el deseo de prohibir que me siga creciendo descomunalmente pelo en todo el cuerpo, el deseo que me regalen muchos pares de medias por mi cumpleaños (amo que me regalen medias). El deseo que mis medias nunca se ensucien. El deseo que impida que las cuerdas de mi guitarra se oxiden, el deseo que me sepa valer por mí mismo, el deseo de encontrar a esa chica que no le importe nada, que no le importe amanecer debajo de un puente y sepa mucho de la vida y que me sepa guiar. El deseo que tengo de tener un programa de entrevistas en la televisión nacional. El deseo de jugar pelota como lo solía hacer de niño y cuando los huesos no me dolían tanto como ahora que muy viejo no estoy. El deseo de tener que dejar de levantarme temprano y dormir hasta muy tarde, el deseo que mi cuerpo no sea como el que tengo (a mal), ahora. El deseo que tengo de dejar de soñar con la muerte de mis familiares y que me hacen despertar a media noche llorando, el deseo de dejar de escribir esto que me hace parecer un psicópata, el deseo de que quienes lean esto no dejen de ser mis amigos por temor a que les haga algo malo. El deseo que me permita tener los cojones para mostrarle a todos (los pocos) amigos que tengo, todo lo que he escrito, todo lo malo o inhumano que he tenido que escribir cuando he estado (como ahora), ebrio. El deseo que tengo de no prescindir del alcohol para atréveme a escribir esto, el deseo que me permita bailar aunque no sepa bailar, el deseo de que mi chica solo me permita darle un último beso. El deseo de dejar de soñar y desear imposibles. El deseo de no preocuparme por nada.
El deseo de seguir escribiendo, seguir viviendo, seguir chupando y, que NO SE ACABE EL ALCOHOL.

2 comentarios:

  1. hola Diego,grax x pasarte x mi blogg y ser un inteligente inconsiente.
    realmente te sacaste "todo" lo ke tenias dentro tuyo en este escrito,casi una confesión de como actua el alcohol en tu mente,que fibras toca "dentro tuyo".
    yo no kiero hacer apologia de nada..creo ke sos lo suficientemente grandecito para saberlo,pero creo la ansiedad que te da el alcohol ,la marihuana hace ke esa "ansiedad" improductiva,(generada x el alcohol) ,se convierta en "productiva".
    un porro hace ke tus pensamientos "ansiosos" los pueda canalizar en pensamientos "productivos".
    no kiero ni soy uan maestra ciruela,pero la marihuana no `produce adiccion.
    la adiccion la producimos nosotros mismos xke calma la ansiedad y nos hace ver la realidad de otro prisma.
    bueno,no kiero hacertela muy larga,saludos Perú!
    besotes.
    ------------------Ruty------------------

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  2. Creo que, no me vendria mal un porrito entonces. Si es así, como lo dices......para que al menos, algo productivo pase en mi vida

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