jueves, 22 de julio de 2010

Soñar

De niño y en mi pubertad solía soñar muy a menudo que volaba. Todas las noches se trataba del mismo sueño. Soñaba que flotaba sobre la gente, sobre el resto, sobre los demás y sobre lo demás. Soñaba que tenía ese poder sobre natural de volar y flotar sobre la gente. Soñaba que me desplazaba así, lentamente, suspirando, henchido de placer. Así, alardeando y mofándome de aquellos tontos que no eran capaces, como yo, de volar. Aquellos tontos y perdedores que tenían que caminar, aquellos pobres y mundanos fracasados que no habían sido tocados por la gracia y el privilegio de poder desplazarse sin tener que pisar el sucio y marchito suelo terrenal. Nada me hacía más feliz que soñar todas las noches que volaba y que flotaba sobre el resto, que yo era el único son esa habilidad inhumana para volar (todo esto antes de que esos sueños húmedos cargados de una excitación y un placer distinto, me asaltasen todas las noches también). Soñaba que volaba pero no lo hacía con mucha velocidad, por eso más bien digo, que era capaz de flotar, ya que me desplazaba lentamente, en cámara lenta, como ostentando mis poderes perezosamente para que todo el mundo no se pierda ninguno de mis movimientos y me envidien cada vez más y me odien cada vez más.
Ahora, en mi juventud, ya no tengo más esos sueños en los que vuelo o floto sobre la gente, y que tanto placer me procuraban. No me queda claro si soñar consiste en tener visiones o fantasías, o traer a la mente imágenes tanto lógicas como ilógicas, completamente dormido. Si el soñar se da siempre y cuando se esté dormido, puedo decir que antes tenía esos sueños y que ahora no. Pero si el soñar no se da necesariamente cuando se está dormido, esto es, si los sueños no siempre se presentan con la condición imprescindible de estar dormido; puedo decir que esos sueños, en los que volaba o flotaba, aun perduran en mí. Puedo decir que aun mantengo esos sueños pero lo curioso es que ya no los tengo cuando estoy dormido (o cuando estoy en trance, que vendría a ser lo mismo a estar dormido). Ahora sueño que vuelo y floto sobre la gente, pero despierto. A cada momento, durante las interminables y aburridas clases en la universidad, cuando veo televisión, cuando me doy un baño, mientras como solo y acompañado de mi soledad, cuando permanezco rebotando sobre mi cama por las noches cuando no tengo sueño, cuando se interrumpe mi lectura, cuando escucho música, y sobre todo cuando me encuentro movilizándome en los buses viejos durante esos interminables e incómodos viajes por todo Lima (quizá es por eso que cuando estoy viajando en los buses o ‘combis-asesinas’ no soy capaz de decir palabra alguna, así esté solo o acompañado por algún conocido o amigo, y es que esos sueños se apoderan de mí y me es imposible soltar palabras). Es decir, el estar dormido es una condición que me ha quedado rezagada y que me resulta innecesaria para traer a la mente esas escenas en las que vuelo y floto sobre el resto. Debo estar mal de la cabeza, debo estar enfermo. No sé si sea algo sano o desequilibrado soñar despierto. Quizá se trate de un deseo insaciable por salir de la clandestinidad y que la gente me valore de algún modo. Quizá necesite dejar de soñar despierto. Quizá eso me hace mal. Quizá el soñar hace que se burlen las reglas de la realidad. Quizá el soñar despierto me hace más vulnerable a mis miedos y más débil para afrontar mi realidad. Quizá el soñar despierto me hace doblemente hábil ya que puedo mantener sueños tanto dormido como despierto (aunque no sea siempre capaz de recordar lo que he soñado estando dormido). Quizá soñar despierto a veces está bien.

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